domingo, 26 de diciembre de 2010
sábado, 18 de diciembre de 2010
El Acierto de Equivocarse
"El negligente no aprende de sus errores, el inteligente sí lo hace, pero el sabio aprende de los errores ajenos." Este popular refrán se vuelve muy real al concluir o iniciar un período de trabajo, proyecto y relación personal. Pasar a una nueva etapa sin rescatar lecciones de la anterior es una condena a repetir los mismos errores.
¿Por qué hay organizaciones y personas que fracasan reiteradamente en la misma forma? ¿Será porque son incapaces de aprender de su pasado y romper círculos viciosos? Confucio lo advirtió así: "El que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro aún mayor." Con respecto a este hecho, hay cuatro preguntas que todo equipo podría hacerse cada semana, tal como algunos padres de familia acostumbran hacerlo con sus hijos.
Primera: ¿Qué hicimos? Su intención es recordar lo realizado y tomar conciencia del destino dado al esfuerzo, los recursos y el tiempo en los últimos siete días. No se trata de evaluar sino de verificar hechos y resultados comparados con las metas que se tenían para el período.
Segunda: ¿Cómo lo hicimos? Valorar lo que se hizo bien o mal, ofrecerá una dosis de realismo y sensatez que será la base para mejorar. Marcar la línea entre lo positivo y lo negativo, dice mucho sobre el nivel de calidad que el equipo se exige a sí mismo. Los aspectos favorables incrementarán la confianza para procurar logros mayores, pero cuando existe la tendencia de ocultar los desfavorables, es porque la soberbia se impone sobre el temor de aprender de ellos.
Tercera: ¿Qué aprendimos de nuestro desempeño, de los aciertos y errores? Esta es la pregunta que demanda mayor transparencia y atención, porque de su respuesta depende tanto el crecimiento del equipo, como su determinación para dejar de persistir en los mismos errores o estancarse en logros fáciles. En este momento deben surgir los verdaderos líderes, catalizando lecciones, elevando el nivel de análisis y provocando la confianza del equipo hacia el futuro. Las lecciones son victorias, sin importar si nacieron de éxitos o de derrotas.
Finalmente, la pregunta esencial: ¿Cómo aplicaremos lo aprendido? La disposición de resolver errores, disuelve los temores; la determinación para superar los logros, disuelve el conformismo y la rutina. Volver a la acción no exime al equipo de equivocarse otra vez, pero al menos hará cierto otro conocido refrán: "¿Para qué incurrir en los mismos errores habiendo tantos nuevos e interesantes por cometer?"
Convertir las lecciones en acciones dinamiza, reta y compromete a quienes están dispuestos a equivocarse al intentar mejorar y desean ampliar su sabiduría, porque como R. Tagore advierte: "Si cerramos las puertas a todos los errores, también la verdad quedará afuera." German Retana |
lunes, 13 de diciembre de 2010
Hasta aqui!
¡Hasta aquí!
"Hay pleitos que aún ganándolos uno pierde y otros que, aún perdiéndolos, uno gana." Este popular refrán sirve para comprender por qué algunas personas alcanzan grandes objetivos y mucho éxito a pesar de sus detractores. ¿Le ha ocurrido esto a usted?
En ocasiones, pareciera que el deporte favorito de algunas personas es tratar de tirar abajo o desprestigiar, con los medios que sean, a aquel que sobresalga o promueva cambios relevantes. Cuando eso sucede, las organizaciones no avanzan porque se desgastan en juegos internos de poder, egos, chismes, amenazas, agresividad, mala voluntad y desconfianza. Sin embargo; en ellas surgen personas que, lejos de claudicar, perseveran basadas en dos principios.
Primero, la ira es la madre del fracaso, el coraje es el padre del éxito. Lo más sencillo es responder ofensas con ofensas, maldad con maldad; se entra en un pulso para ver quién hace sentir peor al otro, quién causa más daño, bajo la nebulosa emocional de que tenemos que responder en la misma forma que nos agreden. Eso es reaccionar con ira, la misma que lleva a las relaciones dominadas por el odio, a la pérdida de la inteligencia y a causar más sufrimiento en quien la padece que en quien la provoca.
El coraje, en cambio, es tener la sabiduría de no reaccionar a la cizaña enfrentada. Es advertirle a los detractores que no nos detendremos a hacerles el juego porque nuestro alimento espiritual, moral y emocional está muy por encima de lo que ellos nos ofrecen. Es trascender a la debilidad ajena y no caer en la trampa de iniciar pulsos desgastantes. Como Paulo Coelho lo plantea, es afrontar el camino sin miedo a las críticas de los demás, sin dejarnos paralizar por ellas. Al responder insultos, por ejemplo, regalamos nuestro estado de ánimo y somos presa fácil de quienes los emanan. Coraje es tener la sabiduría de escoger solo los "pleitos" que valen la pena, no los que podríamos ganar. Segundo principio: el poder de afrontar. La reacción a los estímulos negativos es una decisión personal. Quienes procuran afectar el clima interno en el equipo necesitan agentes multiplicadores y esos podríamos ser nosotros. Sin embargo, como lo sugiere un sabio pensamiento oriental: "Afrontar no significa luchar contra los demás, sino apoyar su transformación. Si las personas hacen algo negativo o incorrecto y, en retorno, tu haces algo correcto, has detenido una cadena de reacciones y eso es tener poder, es auto-soberanía." Evitar ser parte del efecto dominó o multiplicador es un aporte positivo para resolver situaciones que no tiene sentido empeorar. Entre más fortaleza mental, respeto
German Retana |