lunes, 25 de octubre de 2010

¿Cambia o te cambian?



¿Cambias o te cambian?
¿Cómo reacciona usted al escuchar los tambores que anuncian cambios en su organización? Algunos estudiosos de la respuesta humana ante las transformaciones coinciden en una especie de estadística en la que usted puede encontrar su lugar según cinco categorías.
Se estima que un 3% de los miembros de las organizaciones están siempre dispuestos a asumir el papel de "líderes e innovadores." Suelen dar el primer paso al olfatear la necesidad de cambiar algo para mejorar. Exhiben una actitud abierta, proactiva y decidida para marcar el rumbo, coordinar las tareas, colocarse al frente con la responsabilidad de emprender el cambio y velar por sus resultados.
A ellos se suma un 13% que se califica como "seguidores o adaptables." Si bien no toman el liderazgo, apoyan decididamente los cambios y están anuentes a realizar cualquier función para que el proceso llegue a buen puerto. No les gusta ser los dirigentes protagonistas pero su contribución es clave, pues dan los primeros pasos, junto a los líderes, y así el inicio del cambio se convierte en una realidad.
Luego surge un grupo grande de "convencibles." Constituyen un 34% y parecen decirle al anterior 16%: "¡Tiéntenme, díganme algo bueno sobre lo nuevo, provóquenme, aclárenme qué gano si me sumo al proceso!" No son resistentes al cambio, simplemente están a la espera de verificar que éste será realmente beneficioso y, en caso positivo, respaldarán el proceso.
Ya tenemos un 50% de los miembros sumados a la transformación. Empieza lo difícil. Aparece un cuarto grupo, significativo en tamaño, también equivalente a un 34% y que llamaremos "incrédulos." Su actitud es distante, escéptica y prefieren decir: "¡Me lo tienen que demostrar, cambiaré si los otros o aquellos fulanos lo hacen!" Lo bueno es que si los innovadores, seguidores y convencibles hacen un buen trabajo, los incrédulos no tendrán más opción que alinearse y contribuir al cambio, incluso con su sentido crítico.
Finalmente, llegamos al último grupo, los "resistentes o conservadores." Representan un 16% de los miembros y desde el inicio dicen: "¡Esto no va conmigo, ni me hablen del tal cambio!" En cierto modo contribuyen retando la persistencia, creatividad y tolerancia del 84%. A lo mejor algunos cambiarán, pero otros tendrán que ser cambiados.
La mejor escuela sobre gestión de cambios es nuestra propia vida; en ella hemos forjado cómo reaccionamos ante los nuevos desafíos, pues tendemos a hacerlo en las organizaciones según lo aprendido en el plano personal. Cada cual asume su decisión. Así lo reafirma Victor Frankl, sobreviviente del holocausto: "A un hombre se le puede quitar todo menos una cosa, la última de las libertades humanas, qué actitud tener en cualquier circunstancia dada, qué camino escoger." ¿Cuál es la suya?


GermanRetana.com, Firma

domingo, 24 de octubre de 2010

Hacia la genialidad

¡Hacia la genialidad!

En el transcurso de la vida, una persona o un equipo acumula aprendizajes y desarrolla
talentos. Lo paradójico es que ello no implica que dichas capacidades serán usadas
para elevar paulatinamente el nivel del desempeño. Basados en el autor G. Hendricks,
examinemos cuatro zonas en las que operamos según el uso de nuestras capacidades.

En la primera, llamada "zona de incompetencia," operamos cuando insistimos en hacer
algo para lo que no somos buenos. Otros lo hacen mucho mejor pero nos negamos a
recurrir en su ayuda. Incluso, puede ser que ni siquiera necesitemos aprender determinada
habilidad; no obstante, caemos en la terquedad de persistir, desperdiciando tiempo
y recursos. Hay personas que por no tomarse cada día la píldora "Humidol," atrasan
el avance de su propio equipo al negarse a dar paso al talento de otros miembros
más capaces.

En la segunda, la "zona de idoneidad," hacemos bien las cosas, usamos capacidades
propias y tanto el desempeño como los resultados son similares a los de otras personas
u organizaciones. Esto no está mal, el inconveniente es que hay otros haciendo lo
mismo y no se va más allá. El riesgo del conformismo se asoma en esta zona porque
no hay premura en elevar el nivel de vuelo; además, el temor al fracaso y al cambio,
crea la sensación de "es mejor lo bueno conocido que lo misterioso por conocer."
El resultado obvio es el estancamiento, la rutina y la tolerancia a cierta mediocridad
por concentrar la energía en hacer lo fácil y no lo extraordinario.

Aquellos que se percaten de la diferencia entre sus capacidades reales y las que
tienen en uso, podrían atreverse a cruzar hacia la "zona de excelencia." A ella
ingresan quienes identifican y usan sus talentos superiores. El reto es mayor y
la exigencia para la superación es recompensada con un mejor bienestar. La práctica
de esas habilidades disponibles y la inmediatez de buenos incentivos pueden, contradictoriamente,
atrapar en esa zona a personas que podrían desafiarse aún más, llegar todavía más
lejos. ¿Quiénes dan ese último paso?

¡Bienvenidos a la "zona de la genialidad"! Aquí residen equipos e individuos que
dejaron atrás el miedo al éxito y el simple disfrute por hacer las cosas mejor
que los demás. Éstos son los que atendieron al llamado a usar todo su potencial,
a romper los límites anteriores, así hayan sido excelentes. No se conformaron con
ser mejores que otros, sino que se propusieron superarse con constancia a sí mismos,
procurar plenitud en su capacidad y tener la disciplina de no bajar su nivel de
desempeño.

¿Está usted o su equipo desempeñándose al máximo de su potencial en los diversos
ámbitos de su vida? ¿En qué zona está viviendo ahora y qué quiere hacer para encaminarse
hacia la zona de la genialidad?

german.retana

viernes, 22 de octubre de 2010

Vocabulario de la vida

Pequeño diccionario para entender mas profundamente el significado de algunas palabras muy importantes en la vida de cualquier persona, explicadas con el sentimiento, sin la formalidad de las reglas gramaticales o ataduras filosóficas.

Texto de Luis Gonzaga Pinheiro

Adiós: Es cuando un corazón que se va deja la mitad con quien se queda.

Amigo: Es alguien que se queda parla ayudar cuando todos los demás se alejan.

Amor al prójimo: Es cuando un extraño pasa a ser el amigo que todavía no abrazamos.

Caridad: es cuando una persona tiene hambre y compartimos con ella la única galleta que tenemos.

Celos: Es cuando el corazón se retuerce polque no confía en si mismo.

Cariño: Es cuando no encontramos ninguna palabra para expresar lo que sentimos y hablamos con las manos, colocando una caricia en cada dedo.

Evangelio: Es un libro que sólo se lee bien con el corazón.

Adoctrinamiento: Es cuando una persona conversa con el espíritu colocando el corazón en cada palabra.

Cordialidad: Es cuando amamos mucho a una persona y tratamos a todos los demás como a ella.

Evolución: Es cuando avanzamos y sentimos el deseo de buscar a los que van quedando atrás.

Hijos: Es cuando Dios pone una joya en nuestras manos y nos recomienda cuidarla.

Fe: Es cuando una persona dice que va a escalar el Everest y su corazón ya lo considera un hecho.

Comprensión: Es cuando un anciano camina lentamente delante de nosotros y, aunque tenemos prisa, no lo apuramos.

Envidia: Es cuando una persona todavía no descubrió que puede ser mejor que otra.

Lealtad: Es cuando una persona prefiere morir a traicionar a quien ama.

Enemistad: Es cuando una persona empuja bien lejos la línea del afecto.

Lágrima: Es cuando un corazón triste pide a los ojos que hablen por él.

Luto: Es una espina en el corazón que tarda en desaparecer.

Maldad: Es cuando arrancamos las alas al ángel que deberíamos ser.

Perfume: Es cuando reconocemos a quienes nos agradan, aun con los ojos cerrados.

Muerte: Es una separación con aroma de eternidad.

Nietos: Es cuando Dios envía ángeles para alegrar a los abuelos.

Orgullo: Es cuando una persona se siente hormiga y quiere convencer a los demás de que es un elefante.

Odio: Es cuando plantamos trigo todo el año, esperando que madure, y una persona lo quema todo en un día.

Perdón: Es liberar al corazón del peso de una enorme piedra.

Pesimismo: Es cuando una persona pierde la capacidad de ver la vida en colores.

Paz: Es el premio de quien cumple honestamente con su deber.

Rabia: Es cuando colocamos una muralla en el camino de la paz.

Simplicidad: Es el comportamiento de quien comienza a ser sabio.

Pereza: Es cuando un virus entra en la voluntad y la enferma.

Nostalgia: Es cuando, estando lejos de algo querido, sentimos deseos de volar para reencontrarlo.

Sexo: Es cuando una persona ama tanto a otra que desea vivir dentro de ella.

Superfluo: Es cuando nuestra sed necesita una gota de agua y pedimos un río entero.

Soledad: Es cuando estamos rodeados de gente, pero nuestro corazón no ve a nadie alrededor.

Ternura: Es cuando alguien nos mira y sus ojos brillan como dos estrellas.

Vanidad: Es cuando una persona abdica de su esencia a favor de otra; generalmente peor.

Sinceridad: Es cuando nos expresamos como si la persona a quien nos dirigimos estuviera al lado del espejo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Candil de Nieve

Candil de nieve

(Pablo Milanés - Raúl Torres)

Necesitas una fuga, catatónica, nocturna, un viento breve
al edén de un sábado, donde un ave miope te espera leve,
de las malas colisiones, no te puedes escapar, candil de nieve,
y es que si lo ves volando sobre el labio de otra flor
te encolerizas, te ruborizas candil de nieve.

Enciéndete clavel, cuando amanecer veas la razón
de lo que te faltó, luego no alcanzó, más tu corazón.
No pienso que sufrir es aquella opción
que nos dio algún dios para salvarnos;
no apagues el candil
o la nieve te hunde en el centro del dolor.

Necesitas una fuga hacia un mundo verdadero, de locura
y cuando vengan por ti no sólo ha de deslumbrarte la hermosura.
Otras lágrimas te esperan cual angustias pasajeras en tu camino
y otras musas más ligeras pintarán y tocarán otro destino
sal a buscarlas candil de nieve.

Enciéndete clavel, cuando amanecer veas la razón
de lo que se te dio, luego no alcanzó más tu corazón.
No pienso que sufrir, es aquella opción
que nos dio algún dios para salvarnos.
No apagues el candil
o la nieve te hunde en el centro del dolor.


martes, 19 de octubre de 2010

El quejoso

EL QUEJOSO

La queja es un hábito común en las personas amargadas y pesimistas. Se deleitan buscando de qué quejarse para tener un tema de conversación generalmente negativa que no conduce a nada. La gente sabe que quejarse no cambia las situaciones, ni tampoco mejora las cosas, sin embargo le agrada poner en evidencia, que la realidad nunca le agrada.

El proceder del quejoso llega hasta negativizar lo positivo, cuando frente a algo de buena onda agregan: si, pero…La queja, no resuelve nada, porque es inoperante, no aporta soluciones, es el recurso de los amargados que no se atreven a cambiar lo que no les agrada, ni aceptar lo que no pueden cambiar ni a las personas como son.

Los chismes y las críticas también son quejas sobre los defectos que tienen los demás; y el problema es que no llegan a ser conscientes, son formas de comportamiento habitual, un modo de ser, criticón y chismoso, que se complace en ser juez implacable de los demás. Quejarse es concentrar la atención en lo malo, lo que no se desea, que con la queja se refuerza y expande. Estos pensamientos negativos crean la realidad y nuestras palabras expresan esos pensamientos.

Creamos nuestra vida con cada pensamiento, nuestra propia salud, la sociedad en que vivimos, la situación política. Todo es producto de las palabras que expresan nuestros pensamientos.

Muchos filósofos, profetas y sabios ya sabían esto hace siglos y lo transmitieron en sus doctrinas, pero lo malo es que la gente no se da cuenta cuándo está siendo quejoso ni cuándo está pensando en negativo, para poder revertir esa actitud por otra diferente. Todos nos quejamos sin darnos cuenta, hasta la persona más positiva del mundo se queja sin ser plenamente conciente. Se trata de no emitir juicios, hablando menos, porque la palabra es un instrumento que puede dañar más que un cuchillo. Una primera medida para convertirse en alguien que no se queja es evitar a las personas quejosas, criticonas y chismosas.

Una persona es una célula del organismo social y cuando la célula de un organismo cambia, todo el organismo cambia y puede contaminar a todos los organismos que están a su alrededor. empecemos todos hoy a no quejarnos de absolutamente nada, ni del calor, ni de la inflación, ni de la crisis, ni de los piqueteros, ni de los dolores nuestros de cada día que se suelen agravar con cada queja. Prueben a no quejarse nunca más de sus dolores y desaparecerán por completo. La queja es la intención inútil de liberarse del sufrimiento y sólo si somos conscientes cuando nos quejamos, podemos eliminar por completo de nuestros pensamientos la negatividad de la queja.

Cambiar no es fácil, es muy difícil, y eliminar de nuestras vidas las quejas es aún más difícil.  El quejoso no actúa, e intenta con la queja liberarse de sus pesares, aunque nunca lo logre. Algunas quejas tienen un beneficio secundario, pueden obtener respuestas de compasión y evitar tareas indeseables, atraer la atención y evitar hacer lo que corresponde.

Cuando una persona se queja de su salud convence no solamente a su interlocutor sino a cada una de sus células de que está realmente enfermo. Es inútil estar descontento con los malestares o discapacidades físicas porque hay que seguir adelante de todas maneras y la gente no quiere estar con personas que siempre se están quejando de sus desgracias. La queja es contagiosa y predispone a los demás a quejarse; tiende a expandirse como reguero de pólvora, se enquista en todo campo propicio y se convierte en una forma de ser general quejosa.

domingo, 17 de octubre de 2010

Los 33

Los 33: ¿Únicos LIBERADOS?

Lo mejor de cada ser humano involucrado en el rescate de los mineros en Chile estuvo al servicio de una causa superior. Cada cual liberó su esencia más preciada para convertirla en una "Fenix" más, en una cápsula de vida. ¿Qué ocurre cuando todos liberamos ese lado bueno y lo colocamos junto al de los otros? ¿Hasta dónde podemos llegar?

Un Presidente decidido, enérgico e inclaudicable; una Primera Dama especialista en orientación familiar, que trabajó con las esposas de los atrapados. Sebastián Piñera y Cecilia Morel asumieron la causa nacional con dos consignas que pregonaron:"Dijimos que no nos rendiríamos y cumplimos" y "cuando somos golpeados por la adversidad surge el alma verdadera." Lo mejor de ambos inspiró a un país para transitar, según sus palabras, de la angustia a la esperanza y de ésta a la felicidad. ¡Liderazgo, determinación, ejemplo, sensibilidad, responsabilidad!

El mundo quedó impresionado por la perfección del operativo del rescate. El excelente manejo de cada detalle evidenció la dedicación, la creatividad, la profundidad de pensamiento y el compromiso del que es capaz un equipo multidisciplinario y multinacional que trasciende a los delirios de poder, fama y egoismo. Cada experto liberó al máximo su talento, capacidad de trabajo y generosidad para salvar las vidas de 33 hombres.

Las familias se internaron en la profundidad de su mina de amor. Muchas se unieron más, otras perdonaron sus diferencias y todas soportaron la inclemencia del tiempo para convertir la extrema aridez del desierto de Atacama, en un manantial de fe en el campamento Esperanza. Liberaron su fuerza espiritual y con ella taladraron las rocas para llevar a sus seres amados un aliento diario para regresar a sus brazos.

Los mineros estaban prisioneros físicamente, pero desde los primeros días se despojaron de todo aquello que haría más pesada la carga. Entonces surgió lo más grandioso de cada uno. Regresaron a su naturaleza más pura: compañerismo, ser buenas personas, aferradas a sus familias y a su Fe en un Ser Supremo. En adelante, caminarán por el mundo recordándonos la receta básica a veces olvidada: unión, camaradería, disciplina, compasión por el prójimo, humildad, servicio, persistencia, asustar los miedos, humor y esperanza ante la adversidad.

Finalmente, los mil millones de humanos que presenciamos el rescate por la televisión, también dejamos fluir sentimientos solidarios y lágrimas de alegría ante el encuentro de los tenaces mineros con sus seres amados.

Si nos conmovimos ante esas escenas, es porque todos estos actores nos recordaron que poseemos una mina interior de la que debemos rescatar lo mejor, lo esencial de lo que somos, para liberarlo al servicio de los demás y pasar así, de sobrevivir a vivir.

german.retana

sábado, 16 de octubre de 2010

Faltas al código

Faltas al código

El organigrama es al equipo lo que es el esqueleto a nuestro cuerpo. La autoridad debe respetarse, al margen de si estamos o no de acuerdo con ciertas decisiones. Nicolás Anelka, famoso jugado♫ de la selección de Francia, fue expulsado en pleno Mundial 2010 por irrespetar a su director técnico. No obstante, esa no ha sido la única violación del “código de camerino” que existe en todo equipo de fútbol, y que también podría ser aplicable en las empresas.

El “código” exige que lo que se suceda en él queda allí para siempre, en privado. Alguien violó ese acuerdo y al divulgarse que Anelka insultó al técnico Doménech, en el camerino, Francia se quedó sin él, pese al momento crítico en que el equipo necesitaba del talento del jugador. Es vergonzoso que existan personas que no comprenden que, si en verdad desean mejor para su equipo, deben respetar las normas y dominar su deseo de protagonismo público ventilado hacia fuera problemas que deben resolver internamente.

La autoridad debe acatarse, salvo cuando el “jefe” incurra en desviaciones de la ética y los valores. Es difícil y sofocante trabajar junto a un jefe al que no se admira porque no inspira pasión ni seguridad, no genera ideas, rumbo, ni aprendizaje. Sin embargo, eso no es excusa para romper las normas de respecto, lealtad y alineamiento de conductas.

Un cuerpo sin esqueleto, sería amorfo, sin orden ni equilibrio. Pero si el esqueleto predomina sobre otros sistemas como el muscular, todo sería exageradamente rígido. Eso es lo que ocurre cuando se dirigen organizaciones basándose solo en autoridad formal y las estructuras de poder. En ellas se pierde el diálogo, la retroalimentación mutua, la cohesión espontánea y el disfrute de las relaciones. Bien dice C. Hightower: “Disciplina sin libertad es tiranía; libertad sin disciplina es caos.”

Los códigos se ponen a prueba en momentos cruciales; tolerar su rompimiento con tal de obtener un objetivo, resquebraja las bases más importantes de una organización. “Quien vive sin disciplina muere sin honor,” sentencia un proverbio islandés. Si desde antes de este incidente con Anelka, los franceses tenían problemas, ¿porqué no conversaron de inmediato para resolver todo aquello que afectaba al equipo? Que de paso, es otro principio básico del código de camerino.

La voluntad para respetar la autoridad es mayor cuando está respaldada por la legitimidad, es decir, por la autorización de los dirigidos hacia su líder para que tome decisiones en nombre de ellos. Perder la legitimidad y la credibilidad es depender de la obediencia y la sumisión, modelos que no son duraderos ni inspiran esfuerzos máximos.

Lamentablemente la selección de Francia en el Mundial 2010 no cumplió el código de camerino y las consecuencias para Anelka y el equipo son rotundas. ¿Se respetan esos principios en su equipo de trabajo?

germán retana

viernes, 15 de octubre de 2010

Gracias, "enemigos"!

Gracias, “enemigos”!

Todos queremos mejorar, eso está claro. Aspiramos a ser personas y equipos más prósperos y felices. Lo lograremos en la medida en que aprovechemos oportunidades para desarrollar aptitudes emocionales y fuerza mental. Decirlo es fácil, el reto es hacerlo.

¿Y quiénes crean tales oportunidades? No son nuestros buenos compañeros ni los grandes amigos, sino nuestros enemigos. “Ellos son los que más problemas nos dan. Así pues, si realmente queremos aprender, deberíamos ver a los enemigos como nuestros mejores maestros. “Así lo afirma el Dalai Lama, y agrega que los enemigos nos obligan a fortalecer la paciencia, la mente tranquila, la razón, y la compasión. Ellos podrían actuar contaminados por la ira y el odio, las emociones más dañinas en toda relación. Además, si a estas reacciones se suman el miedo, la inseguridad, y el egoísmo, no habrá rumbo seguro.

Lo riesgoso es encontrar a estos adversarios en nuestras propias organizaciones, pues la contaminación de emociones negativas puede acabar con la cohesión, la confianza, y la capacidad para alcanzar los objetivos.

Para el Dalai, la ira y el odio son los verdaderos enemigos, no las personas que temporalmente padecen esos males; ellas se hacen dañ6 a si mismas, porque tarde o temprano el fruto de sus acciones regresa a sus manos. Cada cual cosecha lo que siembra. Quienes plantan las malas semillas ocasionarán problemas a otros, pero no tardaran en ser depositarios de las tempestades que causan. ¿Qué podemos hacer por estas personas?

Las malas actitudes y conductas tienen origen en sufrimientos, a veces hasta incomprensibles para quienes las padecen. Nuestra peor reacción sería la indiferencia o la confrontación con acciones idénticas a las que engendran el daño. Eso solo hará crecer los niveles de conflicto y la enfermedad emocional en el equipo.

Una respuesta constructiva se inicia con el esfuerzo de entender las razones y orígenes de las conductas negativas: es decir, contemplar, analizar y ser empáticos con quienes sufren a causa de su ira. El segundo paso será la pro actividad para ayudarles a superar o disminuir el dolor que les conduce a tener tales comportamientos. Esto supone ir por encima de la confrontación o medición de fuerzas, que solamente agravarían la situación del equipo.

No habrá garantía de éxito, y algunos nos advertirán que es una pérdida de tiempo, pero ¿qué ganamos al hacerlo? Nuestra serenidad de conciencia aumenta al reconocer un mal y responder con inteligencia, el respeto por nosotros mismos se fortalece al no ser indiferentes ante el sufrimiento ajeno, la compasión y la habilidad para razonar pese a la provocación nos vuelven más ecuánimes; finalmente, seremos más pacientes ante los enemigos y situaciones adversas, lo cual, lejos de ser un síntoma de debilidad, lo es de fortaleza interior.

germán retana.

domingo, 10 de octubre de 2010

"Mira que es lindo"

"Mira que es lindo emprender un sueño, mira que es lindo verlo volar, aunque se un sueño grande o pequeño, aunque nos cueste esfuerzo y sudor, mira lo que pudo el amor"

Noel Nicola

"El reino de este mundo"


Lo que asegura que actividad transformadora del mundo ocurra, no es un deber ser de naturaleza moral, sino la falta de adecuación entre la felicidad que el hombre concibe en un momento dado y el mundo en el que vive. Inmerso en su dimensión histórica, el hombre actúa movido por el anhelo de la felicidad:

Y comprendía ahora, que el hombre nunca sabe para quien padece y espera. Padece, espera y trabaja para gente que nunca conocerá, y a su vez padecerán y esperaran y trabajaran para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansia siempre una felicidad situada mas allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre esta precisamente en querer mejorar lo que es.

La búsqueda de la felicidad, no el deber morar ni la especulación intelectual, es lo que asegura la actividad transformadora de la realidad, es, en otras palabras, lo que impulsa la acción histórica.

El anhelo de la felicidad es siempre, dada la historicidad del hombre, de naturaleza intramundana y no tiene cabida en las esferas celestiales. Lo propiamente humano no pertenece al reino de los cielos, cuyo orden inmutable impide el desarrollo de una acción dirigida a conquistar y modificar una parcela de la realidad, acción que es constitutiva del hombre. El carácter definitivo de ese orden proviene de su perfección. La transparencia de la verdad divina que lo regula imposibilita la ignorancia que determina la actividad cognoscitiva del hombre. Pero, sobre todo, su dimensión eterna, situada fuera de la temporalidad, fundamento de las dos dimensiones esenciales del hombre: su historicidad y la conciencia de la muerte, es ajena a lo humano. La finitud existencial aparece, no tanto como fuente de angustia, si no como posibilidad fundante de la acción del hombre. El resultado del quehacer histórico trasciende la vida individual, y su significado rebasa a menudo la conciencia que de ella tiene el sujeto que lo origina. Al hombre le corresponde una existencia intramundana:

Pero ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de plagas, el hombre solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en El reino de este mundo.


Del libro "El reino de este mundo" Alejo Carpentier

sábado, 9 de octubre de 2010

Leopoldo Alas "El Pecado Original"


Ya iban a darle garrote, cuando extendió una mano hacia el público, indicando que quería hablar. El verdugo no tuvo inconveniente en suspender por un momento su penosa tarea, porque aquel pobre señor no le había dado nada que hacer, y le era simpático, como al pueblo entero que presenciaba la ejecución, y como lo había sido al Tribunal y a cuantos habían intervenido en la causa famosa que le llebaban al suplicio.

Era un ilustre sabio naturista, que había descubierto infinidad de cosas útiles para la humanidad y para la ciencia, sin meterse jamás en hondaduras metafísicas sobre lo que era o no era la materia, o en si había alma o dejaba de haberla. Había matado a su mujer y a la nodriza de su unigénito en un momento de alucinación. Los médicos se habían empeñado en demostrar que había obrado como un loco, por un impulso irresistible. Pero don Atanasio, el sabio, se puso furioso con esta interpretación y publicó un manifiesto, desde la cárcel, poniendo de vuelta y media a los doctores y a la escuela antropológica italiana y a cuantos fisiólogos se meten en honduras de derecho y a tergiversarlo todo. <> Y dicho y hecho. Don Atanasio no volvió a pensar en otra cosa. Ni se acordaba de haber asistido al juicio, ni de haber oído la sentencia, ni de haber estado en capilla

Cuando le sentaron y sintió en la garganta el frío corbatín de hierro, se estremeció... y en vez de ver las estrellas, vió en el aire, de repente, con los ojos de la imaginación... una fórmula; pero otra, mucho mejor, ¡Qué fórmula!


-- ¡Ya la encontré! ¡Albricias, señores!-- gritó adelantándose hacia el público por el tablado adelante--. Que no me maten de ninguna manera; sería una atrocidad: es decir, por ahora. Que me dejen ensayar mi descubrimiento, y después que hagan de mí lo que quieran.

-- Pero ¿Qué ha descubierto usted? -- preguntó el verdugo, que empezaba a temer que aquello fuese una treta. --¡ Pues nada hijo, he descubierto la inmortalidad del hombre! Pero no la inmortalidad del alma, no; la del cuerpo y alma juntos; vamos que he encontrado lo que perdió Adán.¡Claro! la otra fórmula... era floja, insuficiente; me faltaba... lo del pentóxido de fósforo, y no había pensado en la forma cristalina de la betaméthylnaftalina, y en cambio había metido al ácido amidosulfónico donde no toca pito. ¡ Pero, señor, cómo me había yo olvidado de las propiedades cristalográficas de los dos estereoisomeros ácidos-dicloro-sigma-methyl-dimethylsuccínico! ¡ Ve usted qué cabeza la mia ... señor... justicia mayor!

El verdugo se dijo: << Vaya, se ha vuelto loco de miedo.>> Y no sabía qué hacer, si matarlo o dejarlo. Pero intervino el público, la fuerza, la autoridad, y de explicación en explicación se llegó a telegrafiar al gobierno, consultando lo que se hacía con aquel hombre que juraba haber descubierto la inmortalidad de la vida...mortal, o ci devant mortal, como diría un corresponsal de París.

El gobierno accedió a lo que don Atanasio pedía; a saber, que le oyera una junta de sabios, y que si no les convencía de que era infalible su descubrimiento, se le diese, no ya garrote, sino los mayores tormentos de la Inquisición, y que le descuartizaran si querían.

A los pocos días, las Academias de todas las ciencias, menos las morales y políticas, reunidas, publicaban su informe. En efecto, don Atanasio había descubierto el modo de preservar al hombre de la muerte, de toda clase de muerte; pero...


Pero no al hombre, así, en general; no a todos los hombres, sino a uno solo. A uno entre los vivos; pero los que este engendrara serían ya inmortales también. La idea se le había ocurrido a don Atanasio por la sugestión de ciertas teorías del malogrado filósofo Guyau, que, medio en serio, medio en broma, había hablado de la posibilidad de llegar a tal proceso, que hubiera medios de mantener el equilibrio de los elementos vitales en el organismo en constante renovación. Si la humanidad, pensaba don Atanasio, no ha hecho nada hasta ahora por su inmortalidad, ha sido culpa del apriorismo metafísico, y después por la dichosa teoría de la evolución, también metafísica, que dice que todo lo que nace muere. << Dejad las preocupaciones tradicionales; dejad a Spencer y demás sabios evolucionistas; empapaos en el profundo sentido de esa biblia natural que se llama el Origen de las especies, de Darwin, y estareis en el noviciado de la gran Orden de inmortalidad >>; esto decía don Atanasio. No hay para explicar aquí porque lo decía. Tampoco lo hay para dar razón detallada de por qué no podía inmortalizarse más que a un hombre y su descendencia. Ello era que los polvos de la madre Celestina, digamosló así, merced a los cuales se podía consegir la inmortalidad, eran de tan esmeradísima, dificil y delicada fabricación, que la humanidad entera tenía que consagrarse, en sacrificio, a producir el elixir misterioso, que era una quintaesencia de cierto jugo vital descubierto por don Atanasio Se calculó que se necesitaba que todos los millones de hombres que forman los pueblos civilizados y a medio civilizar, se dejasen hacer cierta operación dolorosísima, aunque no peligrosa, para sacar la sustancia necesaria para producir la inmortalidad de un solo individuo. Además, de tal operación exigía gastos desorbitantes de los Estados en materias químicas, estudios, hospitales ad hoc, viajes, comisiones, etcétera,etc. En fin, un dineral. Cada nación tenía que empeñarse para mucho tiempo.

No importaba; todo se daba por bien empleado. ¿Qué sacrificio no se haría por reconquistar la vida inmortal, perdida a las puertas del paraiso? La humanidad civilizada y a medio civilizar decidió ganar la inmortalidad para el hombre, costase lo que costase; pero...


¿ A que gato le ponía el cascabel? ¿Quién iba a ser el único inmortal entre los vivos, el nuevo Adán, fundador de la raza de los inmortales? Algunos sabios empezaron a protestar, diciendo que la cosa no era tan ventajosa como se creía; que era una inmortalidad ontogénica; no filogénica.

--¡Mentira! -- Replicó don Atanasio--, no se salva sólo un individuo, sino la especie, mediante los descendientes de un individuo.

-- Bueno; pero ¿quién va a ser el afortunado... inmortal?

--¡El Papa! --dijeron unos.

-- El emperador de la China -- dijeron los chinos.

-- El Rey de Inglaterra -- dijeron los ingleses

-- Nuestro amo --gritaron los alemanes.

-- El presidente de la República -- exclamaron los franceses: et sic de coeteris.

Los españoles se creyeron llamados a escoger el inmortal, pues don Atanasio, por pura distracción, se había dejado parir en España.

Y aparecieron mil candidatos. ¡Don Alfonso! ¡Don Carlos! ¡Cánovas! ¡Guerrita! ¡Irún! ¡Pablo Cruz!

-- Señores --dijo Ferreras desde El correo --; de no ser Sagasta, que casi nos lo había prometido... que sea... el mismo don Atanasio... el inventor.

-- ¡De ningún modo! -- protestó el Tribunal del Derecho--. Don Atanasio está condenado a muerte y la inmortalidad sería un indulto.

Algunos hombres sinceros que había esparcidos por el mundo, uno aquí y otro en Pekin, se hicieron oir.

-- Seamos francos -- decían --; un bien tan grande, tan impensable, tan incalculable como la inmortalidad nadie la quiere para otro, nadie quiere sacrificarse, sufrir esa terrible operación, gastar su hacienda... para consegir el tormento de morir sabiendo que pudo ser inmortal. Llegado el instante de la operación salvadora... nadie se dejaría operar para inmortalizar a otro.

¡Es verdad!, pensó la humanidad en silencio.

Algunos hipócritas sacaron a relucir el sofisma paradógico de que el mayor suplicio era una vida sin fin...

Ahora que se tocaba la posibilidad nadie creía eso; la sed de la vida inmortal se apoderó de todos; se suspendieron los suicidios, callaron los pesimistas, los místicos no pedían la muerte.

-- ¡A votar! ¡a votar! -- gritó el mundo entero.

Se votó por razas, por naciones, por provincias, por municipios, por barrios, por calles, por casas, por familias. Y cada raza se votaba a sí propia, y nada más, y cada nación lo mismo, y cada provincia igual; y así hasta llegar al seno de la familia... donde cada cual quería la inmortalidad para sí mismo. Todo fue inútil. El último resultado, cada hombre tenía un voto: el suyo.

-- ¡Hay que recurrir a la lotería! -- declaró el Congreso de las Naciones.

-- ¡ésa es la fija! ¡A quien Dios se la dé!... -- gritó a coro el infinito vulgo.

-- ¡Inútil! -- interrumpieron unos pocos hombres sinceros que había en la tierra.

-- ¡Inútil la lotería... porque ese premio gordo no se le entregará al agraciado; la humanidad faltará a su palabra: no sufrirá nadie la operación para que se salve un afortunado...

-- ¡Verdad! ¡Verdad! -- reconoció el mundo--. Nadie padecerá martirio por dar a otro la vida inmortal segura, visible, palpable.

-- No se piense más en ello; ha sido un sueño. ¡O yo, o nadie! -- declaró cada cual.

Y entonces el Tribunal de Derecho, que había condenado a don Atanasio, exigió la ejecución de la sentencia.

-- Como ni ha habido tal descubrimento, pues no hay modo de llevarlo a la práctica, no hay nada de lo dicho, señor mio... -- dijo la autoridad.

Y dieron garrote al inventor de la inmortalidad.

Y los hombres siguieron siendo mortales por la misma causa que la otra vez; por el pecado original.

Porque el pecado original, el que priva al hombre de vivir sin morir, es el egoísmo, el desamor, la envidia.

Y no el comer fruta verde.

rubén darío "el pájaro azul"

París es teatro divertido y terrible. Entre los concurrentes al café Plombier, buenos y decididos muchachos -pintores, escultores, escritores y poetas; sí, ¡todos buscando el viejo laurel verde!-, ninguno más querido que aquel pobre Garcín, triste casi simpre, buen bebedor de ajenjo, soñador que nunca se emborrachaba y, como bohemio intachable, bravo improvisador.

En el cuartucho destartalado de nuestras alegres reuniones, guardaba el yeso de las paredes, entre los esbozos de rasgos de futuros Delacroix, versos, estrofas enteras escritas en letra echada y gruesa de nuestro pájaro azul.

El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le bautizamos con ese nombre.

Ello fue un simple capricho. Aquel excelente muchacho tenía el vino triste. Cuando le preguntábamos por qué, cuando todos reíamos como insensatos o como chicuelos, él arrugaba el ceño y miraba fijamente al cielo raso, y nos respondía sonriendo con cierta amargura:

-Camaradas; habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro; por consiguiente .....

Sucedió también que gustaba de ir a las campiñas nuevas, al entrar la primavera. El aire del bosque hacía bien a sus pulmones, según nos decía el poeta.

De sus excursiones solía traer ramos de violetas y gruesos cuadernillos de madrigales, escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho cielo sin nubes. Las violetas eran para Niní, su vecina, una muchacha fresca y rosada, que tenía los ojos muy azules.

Los versos eran para nosotros. Todos los leíamos y aplaudíamos. teníamos una alabanza para Garcín. Era un ingenio que debía brillar. El tiempo vendría. ¡Oh, el pájaro azul volaría muy alto! ¡Bravo! ¡Bien! ¡Eh, mozo,más ajenjo!

Principios de Garcín:

De las flores, las lindas Campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro.
De las inmensidades, el cielo y el amor; es decir, las pupilas de Niní.
Y repetía el poeta: Creo que siempre es preferible la neurosis a la estupidez.

A veces Garcín estaba más triste que de costumbre. Andaba por los bulevares; veía pasar indiferente los lujosos carruajes, los elegantes, las hermosas mujeres. Frente al escaparate de un joyero sonreía; pero cuando pasaba cerca de un almacén de libros, se llegaba a las vidrieras, husmeaba, y al ver las lujosas ediciones, se declaraba decididamente envidioso, arrugaba la frente; para desahogarse, volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Corría al café en busca de nosotros, conmovido, exaltado, pedía su vaso de ajenjo, y nos decía:

-Sí; dentro de la jaula de mi cerebro está preso un pájaro azul que quiere su libertad...

Hubo algunos que llegaron a creer en un descalabro de la razón.

Un alienista a quien se le dio la noticia de lo que pasaba, calificó el caso como una monomanía especial. Sus estudios patológicos no dejaban lugar a duda.

Decididamente, el desgraciado Garcín estaba loco. Un día recibió de su padre, un viejo provinciano de Normandía, comerciante en trapos, una carta que decía lo siguiente, poco más o menos:

"Se tus locuras en París. Mientras permanezcas de ese modo no tendrás de mí ni un solo sou. Ven a llevar los libros a mi almacén, y cuando los hayas quemado, gandul, tus manuscritos de tonterías, tendrás mi dinero"

-¿Y te irás?

-¿No te irás?

-¿Aceptas?

-¿Desdeñas?

¡Bravo Garcín! Rompió la carta, y soltando el trapo a la ventana, improvisó unas cuantas estrofas, que acababan si mal lo recuerdo:

¡Sí, seré siempre un gandul,
lo cual aplaudo y celebro,
mientras sea mi cerebro
jaula del pájaro azul!
Desde entonces Garcín cambió de carácter. Se volvió charlador, se dio un baño de alegría, compró una levita nueva y comenzó un poema titulado: El pájaro azul.

Cada noche se leía en nuestra tertulia algo nuevo de la obra. Aquello era excelente, sublime, disparatado.

Allí había un cielo muy hermoso, una campiña muy fresca, paises brotados como de la magia del pincel de Corot, rostros de niños asomados entre flores, los ojos de Niní húmedos y grandes;y, por añadidura, el buen Dios que envía volando, volando, sobre todo aquello un pájaro azul que, sin saber ni cómo ni cuándo, anida dentro del cerebro del poeta, en donde queda aprisionado. Cuando el pájaro quiere volar y abre las alas se da contra las paredes del cráneo, se alzan los ojos al cielo, se arruga la frente y se bebe ajenjo con poca agua, fumando, además, por remate un cigarrillo de papel. He ahí el poema.

Una noche Garcín riendo mucho, y sin embargo, muy triste.

La bella vecina había sido conducida al cementerio.

-¡Una noticia! ¡Una noticia! Canto último de mi poema. Niní ha muerto. Viene la primavera y Niní se va. Ahorro de violetas para la campiña. Ahora falta el epílogo del poema. Los editores no se dignan siquiera leer mis versos. Vosotros, muy pronto, tendreis que dispersaros. La ley del tiempo. El epílogo se debe titular así: De cómo el pájaro azul alza el vuelo al cielo azul.

¡Plena primavera! ¡Los árboles florecidos, las nubes rosadas en el alba y pálidas por la tarde; el aire suave que mueve las hojas y hace aletear las cintas de los sombreros de paja con especial ruido! Garcín no ha ido al campo.

Hele ahí, viene con un traje nuevo, a nuestro amado café Plombier, pálido, con una sonrisa triste.

-¡Amigos mios, un abrazo! Abrazadme todos, así fuerte; decidme adiós, con todo el corazón, con toda el alma... El pájaro azul vuela....

Y el pobre Garcín lloró, nos estrechó, nos apretó las manos con todas sus fuerzas y se fue.

Todos dijimos: Garcín, el hijo pródigo, busca a su padre, el viejo normando.

-Musas, adiós, adiós. Gracias. ¡Nuestro poeta decide medir trapos! ¡eh! ¡Una copa por Garcín!

Pálidos, asustados, entristecidos, al día siguiente todos los parroquianos del café Plombier, nos hallábamos en la habitación de Garcín. Él estaba en su lecho, sobre las sábanas ensangrentadas, con el cráneo roto de un balazo. Sobre la almohada había fragmentos de masa cerebral... ¡Horrible!

Cuando, repuestos de la impresión, pudimos llorar ante el cadáver de nuestro amigo, encontramos que tenía consigo el poema. En la última página había escrito estas palabras:

Hoy, en plena primavera, dejo abierta la puerta de la jaula al pájaro azul.

¡Ay, Garcín cuántos llevan en el cerebro tu misma enfermedad!

Jacinto Davila "Viejos Tiempos"

Llueve. Copiosamente. Es un pueblo viejo de casas de tejas. La lluvia se cuela por los tejados y circula por los corredores. No sé porqué, pero me siento atrapado en el tiempo. En este pueblo son raros. Visten viejos trapos como ropa nueva. Los veo discutir sobre las nuevas modas con los viejos harapos. El lugar del comercio es una vieja casa, con patio central. Me acerco al centro musical y me cruzo a un viejo escuchando música con audífonos, pero tocada de un viejo disco de acetato con un empolvado fonógrafo!.

jueves, 7 de octubre de 2010

Joaquin Sabina "Corre dijo la tortuga"

Corre dijo la tortuga, atrévete dijo el cobarde,
estoy de vuelta dijo un tipo que nunca fue a ninguna parte.
Sálvame dijo el verdugo, sé que has sido tú dijo el culpable.
No me grites dijo el sordo, hoy es jueves dijo el martes
y tú no te perfumes con palabras para consolarme
déjame sólo conmigo,
con el íntimo enemigo que malvive de pensión en mi corazón,
el receloso, el fugitivo, el más oscuro de los dos,
el pariente pobre de la duda.
El que nunca se desnuda si no me desnudo yo,
el caprichoso, el orgulloso,
el otro el cómplice traidor.

A ti te estoy hablando, a ti, que nunca sigues mis consejos,
a ti te estoy gritando, a ti, que estás metido en mi pellejo,
a ti que estás llorando ahí, al otro lado del espejo,
a ti que no te debo, más que el empujón de anoche
que me llevó a escribir esta canción.

No mientas dijo el mentiroso, buena suerte dijo el gafe,
ocúpate del alma dijo el gordo vendedor de carne,
pruébame dijo el veneno, ámame como odian los amantes.
Drogas no, dijo el camello, cuanto vales dijo el ganster,
apunto de rendirme estaba a un paso de quemar la naves,
cuando al borde del camino,
por dos veces el destino que hizo un guiño en forma de labios de mujer.

Nos invitas a una copa, yo te secaré el sudor,
yo te abrazaré bajo la ropa.
Quien va a dormir conmigo, ni lo sueñes contestó,
una indignada, y otra encantada no dijo nada y sonrió.

lunes, 4 de octubre de 2010

Fidel Munnigh "La condición rebelde"

El hombre que piensa, juzga el mundo y la creación entera. Sueña y afirma, pero también duda y niega. El hombre que actúa, crea o destruye, acepta o rechaza el mundo que le ha tocado en suerte. O uno acepta sumiso el orden del mundo y sus leyes o se rebela contra él. No hay posturas intermedias.

Camus dice que la rebelión es el movimiento mismo de la vida. Como ella, no se argumenta ni se razona: es instintiva y espontánea. No hay que buscarle razones, pues surge de un sentimiento natural y no de un razonamiento lógico. Se es rebelde y punto, por vocación, por indignación, por ruptura con el mundo. Desde el momento mismo en que admito encontrar causas que la legitimen, mi rebeldía pierde fuerza vital: se racionaliza. Deja de ser un movimiento voluntario, un acto puro de la voluntad, para convertirse en rebelión razonada.

La condición humana es una condición rebelde contra el orden cósmico, divino y humano, y aun contra sí misma. El hombre es la criatura que se rebela, porque quiere ser algo más que hombre en un mundo de hombres. La rebeldía es también nuestra condición filosófica.

La verdadera rebelión, más que política, es metafísica. No se trata sólo de subvertir un orden social injusto, sino de algo mucho más radical y profundo: de rebelarse frente a cuestiones insolubles como el sufrimiento, el mal y la muerte. El rebelde ataca la creación y el falso orden del mundo. La rebelión es un impulso natural, un instinto. Nos pertenece y nos constituye. Fue nuestro primer acto, el acto que marcó nuestro exilio del Paraíso. Porque hemos nacido de una desobediencia, de una insumisión a la ley divina, del gesto desobediente del primer hombre en el Jardín. Lucifer, Adán, Prometeo son figuras emblemáticas de la rebelión. El gesto desafiante de Lucifer, el ángel rebelde, lo desterró del cielo y lo precipitó a la tierra. El acto de Adán, su deseo de salir de ese eterno presente que era el Paraíso, le hizo caer y perder la gracia. Prometeo roba el fuego de los dioses y se lo regala a los hombres. En castigo, Zeus le condena a padecer de por vida terrible sufrimiento. El pecado de Adán, su primer acto, es la desobediencia a Dios. Su pecado es un acto de conocimiento. Adán quiere conocer, ser como Dios, igualarse a su creador. La rebelión de Luzbel desnuda su infinita ambición de poder, su deseo de ser dios (“es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”, dice el Lucifer de Milton); la de Adán revela su voluntad de conocer y actuar al margen de Dios; la de Prometeo resume un gesto supremo de solidaridad con los hombres. La rebelión prometeica es la rebelión por excelencia.

La rebeldía anárquica siempre ha atraído más por su fuerza de negación que por su contenido positivo. Parece latir oculta en el fondo mismo de nuestro ser. Contra la rebelión luciferina se podría argumentar que destruir lo creado es más fácil que crear. Pero a la auténtica rebelión no la mueve el mero impulso dinamitero, ni el intento de destronar a Dios para colocar en su lugar a un Ídolo.

La rebelión de hoy impugna esta “sociedad de opulencia”, este mundo de propietarios rehabilitado tras el fracaso de las utopías seculares; impugna sus valores caducos, su respeto sagrado por la propiedad privada, su desmedido afán de lucro. Si la revolución era un destino y una promesa de redención de los pobres del mundo, la rebelión es un acto libre y tal vez sin mañana del hombre que odia las cadenas y aborrece a los ídolos.

En los días que corren, la rebelión frente al nuevo (des)orden mundial está encabezada por los grupos minoritarios y marginales de la contracultura. Son las nuevas negaciones del Poder. En ellos la rebeldía es casi instintiva: una inclinación natural, una vocación insobornable. No obedece a un programa teórico, ni se guía por una doctrina particular. Lo esencial no es transformar el mundo, ni siquiera interpretarlo, sino oponérsele. Razonan –o mejor, sienten- más o menos así: el mundo tal como existe no debería ser, y tal como debería ser no existe.

Desde que en 1989 la revolución socialista dejó de ser una alternativa viable en el mundo, el puro gesto anárquico ha sustituido a la lucha revolucionaria. Recuerdo este graffiti garabateado en una pared de Bratislava: “Já jdu proti všem” (“Estoy contra todos”). Los rebeldes de hoy, como los de ayer, repudian este desorden establecido por considerarlo injusto y opresor. En realidad, su filosofía bien podría resumirse en la frase preferida del ácrata Plinio Chahín: “Díme de qué se trata para oponerme”.

2

La voluntad de rebelión adquiere hoy formas sociales de expresión distintas a las de ayer. Muchos de los movimientos sociales que sobreviven al derrumbe del socialismo real (ecologistas, pacifistas, socialistas, anarquistas, feministas) alimentan un sentimiento legítimo de rebeldía frente al “nuevo orden mundial”. Carecen de programa y fundamento doctrinal. Son débiles y dispersos frente a un capitalismo avasallador que impone globalmente sus reglas de juego. Su repertorio de lucha a menudo se reduce a una serie de actos y gestos tan pintorescos como desaforados: escenificar batallas campales con la policía, destruir y dañar propiedades, boicotear la celebración de eventos públicos y reuniones internacionales, atacar cadenas de negocios de comida rápida (el blanco favorito: McDonald´s),…

Las manifestaciones de protesta contra las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo, son muestras de rebeldía espontánea antes que propuestas alternativas de cambio. Dirigidas contra el sistema financiero mundial, suelen ser violentas y desordenadas, y tienden a degenerar en disturbios callejeros, actos vandálicos y choques con la policía. Curiosamente, sus protagonistas no son los pueblos pobres del Tercer Mundo, agobiados por la pesada carga de la deuda externa, ni siquiera los ciudadanos del país anfitrión de turno, muchas veces afectados por reformas económicas que disminuyen su nivel y calidad de vida, sino más bien grupos de extranjeros sensibilizados que, con entusiasmo y fervor militantes, se trasladan de un lugar a otro del planeta para protestar en contra de la guerra, la globalización y las políticas neoliberales que consideran nefastas y criminales.

Goethe prefería la injusticia al desorden. Los jóvenes rebeldes que protestan y desafían a la policía en las calles de Seattle, Washington, Génova o Praga, prefieren el desorden a la injusticia. En el fondo plantean cuestiones legítimas de verdad, justicia y equidad que conciernen a la filosofía. Hace algunos años, el entonces presidente del Banco Mundial, James Wolfenshon, debió reconocerlo en su discurso inaugural ante miles de delegados internacionales reunidos en el Centro de Congresos de Praga, el antiguo Palacio de la Cultura construido por los comunistas.

Sin embargo, dudo de la eficacia (que no de la legitimidad) de esas justas protestas poscomunistas. Como gesto de rechazo, de insumisión frente a lo establecido, son buenas y válidas. Esos jóvenes contestatarios tienen toda la razón del mundo en protestar contra la ineficacia e iniquidad de las instituciones multilaterales de financiamiento para aliviar la miseria de dos tercios de la humanidad. Pero como realidad efectiva las protestas se disipan tan pronto que parecen un espectáculo de histeria adolescente.

Pienso que aciertan en lo que niegan, pero se equivocan en lo que afirman. Les sobran razones, pero les faltan ideas. Los grupos radicales anticapitalistas denuncian la voracidad imperial, la pobreza creciente del Tercer Mundo, la ridícula ayuda oficial de los países más ricos a los países más pobres (ayuda que, de hecho, a comienzos del siglo ni siquiera alcanzaba el prometido 0,7 por ciento del Producto Interno Bruto del mundo industrializado). No se cansan de repetir el viejo ritornelo (no por repetido menos cierto) de que las instituciones de Bretton Woods son instrumentos de dominación económica del capitalismo. Cuestionan la idea de la globalización como destino inexorable, como proceso inevitable al cual está abocada la economía mundial, una especie de “fatalité inmodifiable”, de fatalidad irremediable; cuestionan su rostro inhumano, deshumanizante. En cambio, no proponen alternativa alguna a los problemas de pobreza, desigualdad y mala distribución de la riqueza en el mundo.

Con todo, debo reconocer que los protestantes compensan su falta de imaginación política con una extraordinaria inventiva y destreza para burlar los cercos policiales y hacerse sentir. Durante las protestas todo se confunde y pierde por un instante su sentido. Todo es engañoso y las jerarquías parecen trastocarse. Es el mundo al revés: los pacifistas se violentan y tiran piedras, los anarquistas se organizan para enfrentar a la policía, los ecologistas lanzan contaminantes cócteles Molotov, las aguerridas feministas se refugian detrás de los hombres…A la distancia, cual simples espectadores, los congregados –la élite del capitalismo mundial- contemplan la escena como criaturas indefensas y cautivas. Los delegados del Tercer Mundo reciben instrucciones que luego ejecutan fielmente en sus países.

3

Refutado el marxismo por la historia posterior, es imposible recurrir hoy a una teoría de la historia y de la revolución, mucho menos a una teoría del Estado, del sujeto o del lenguaje; tampoco a un pensamiento fuerte capaz de guiar una praxis revolucionaria y de transformar el mundo. De ahí que haya surgido un “pensamiento débil”, posmoderno y desesperanzado. Las nuevas rebeliones se fundamentan a sí mismas sobre la carencia de metas y perspectivas claras. Sin programa teórico, sin ideas claras, apelando sólo a su sensibilidad, los movimientos rebeldes (que se saben incapaces de provocar una revolución) invitan a la revuelta y la desobediencia civil. Su divisa común es un gran rechazo: “No new world order!”.

Hoy haría falta crear nuevas formas de protesta y rebelión, más allá de las convencionales, y renovar el repertorio entero de lucha. Tal vez las posibilidades revolucionarias de los movimientos anticapitalistas sean escasas, pero les sobra fuerza moral. Si bien carecen de consistencia teórica, al menos llevan consigo una razón de ser suprema: que en un mundo de escandalosas injusticias y desigualdades, la rebelión no ha dejado de tener sentido. Porque es bueno que los jóvenes protesten, que se rebelen, que griten y no callen. Es saludable que la protesta contra un mundo injusto y desigual no muera y siga viva. La rebeldía prueba que el espíritu está vivo, que piensa, siente y disiente del Poder. Nos recuerda que las contradicciones aún no han sido superadas, y están lejos de serlo.

Siempre será deseable cuestionar el mundo que nos ha tocado en suerte. El coraje del hombre radica en saber decir “no” al Poder. Cuando veo a un joven disidente desafiar solitario una hilera de tanques en medio de una plaza o a un niño alzar el puño amenazante en nombre de alguna utopía redentora, entonces no me cabe duda de qué lado está la dignidad y dónde moran los sueños.

La Espera por Jorge Luis Borges

El coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste. No habían dado las nueve de la mañana; el hombre notó con aprobación los manchados plátanos, el cuadrado de tierra al pie de cada uno, las decentes casas de balconcito, la farmacia contigua, los desvaídos rombos de la pinturería y ferretería. Un largo y ciego paredón de hospital cerraba la acera de enfrente; el sol reverberaba, más lejos, en unos invemáculos. E1 hombre pensó que esas cosas (ahora arbitrarias y casuales y en cualquier orden, como las que se ven en los sueños) serían con el tiempo, si Dios quisiera, invariables, necesarias y familiares. En la vidriera de la farmacia se leía en letras de loza: Breslauer, los judíos estaban desplazando a los italianos, que habían desplazado a los criollos. Mejor así; el hombre prefería no alternar con gente de su sangre.
El cochero le ayudó a bajar el baúl; una mujer de aire distraído o cansado abrió por fin la puerta. Desde el pescante el cochero le devolvió una de las monedas, un vintén oriental que estaba en su bolsillo desde esa noche en el hotel de Melo. E1 hombre le entregó cuarenta centavos, y en el acto sintió: "Tengo la obligación de obrar de manera que todos se olviden de mí. He cometido dos errores: he dado una moneda de otro país y he dejado ver que me importa esa equivocación".
Precedido por la mujer, atravesó el zaguán y el primer patio. La pieza que le habían reservado daba, felizmente, al segundo. La cama era de hierro, que el artífice había deformado en curvas fantásticas, figurando ramas y pámpanos; había, asimismo, un alto ropero de pino, una mesa de luz, un estante con libros a ras del suelo, dos sillas desparejas y un lavatorio con su palangana, su jarra, su jabonera y un botellón de vidrio turbio. Un mapa de la provincia de Buenos Aires y un crucifijo adornaban las paredes; el papel era carmesí, con grandes pavos reales repetidos, de cola desplegada. La única puerta daba al patio. Fue necesario variar la colocación de las sillas para dar cabida al baúl. Todo lo aprobó el inquilino; cuando la mujer le preguntó cómo se llamaba, dijo Villari, no como un desafío secreto, no para mitigar una humillación que, en verdad, no sentía, sino porque ese nombre lo trabajaba, porque le fue imposible pensar en otro. No lo sedujo, ciertamente, el error literario de imaginar que asumir el nombre del enemigo podía ser una astucia. El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidas unas cuantas semanas, dio en salir, un rato, al oscurecer. Alguna noche entró en el cinematógrafo que había a las tres cuadras. No pasó nunca de la última fila; siempre se levantaba un poco antes del fin de la función. Vio trágicas historias del hampa; éstas, sin duda, incluían errores, éstas, sin duda, incluían imágenes que también lo eran de su vida anterior; Villari no las advirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y la realidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaran las cosas; quería adelantarse a la intención con que se las mostraban. A diferencia de quienes han leído novelas, no se veía nunca a sí mismo como un personaje del arte.
No le llegó jamás una carta, ni siquiera una circular, pero leía con borrosa esperanza una de las secciones del diario. De tarde, arrimaba a la puerta una de las sillas y mateaba con seriedad, puestos los ojos en la enredadera del muro de la inmediata casa de altos. Años de soledad le habían enseñado que los días, en la memoria, tienden a ser iguales, pero que no hay un día, ni siquiera de cárcel o de hospital, que no traiga sorpresas, que no sea al trasluz una red de mínimas sorpresas. En otras reclusiones había cedido a la tentación de contar los días y las horas, pero esta reclusión era distinta, porque no tenía término, salvo que el diario, una mañana, trajera la noticia de la muerte de Alejandro Villari. También era posible que Villari ya hubiera muerto y entonces esta vida era un sueño. Esa posibilidad lo inquietaba, porque no acabó de entender si se parecía al alivio o a la desdicha; se dijo que era absurda y la rechazó. En días lejanos, menos lejanos por el curso del tiempo que por dos o tres hechos irrevocables, había deseado muchas cosas, con amor sin escrúpulo; esa voluntad poderosa, que había movido el odio de los hombres y el amor de alguna mujer; ya no quería cosas particulares: sólo quería perdurar, no concluir. El sabor de la yerba, el sabor del tabaco negro, el creciente filo de sombra que iba ganando el patio, eran suficientes estímulos.
Había en la casa un perro lobo, ya viejo. Villari se amistó con él. Le hablaba en español, en italiano y en las pocas palabras que le quedaban del rústico dialecto de su niñez. Villari trataba de vivir en el mero presente, sin recuerdos ni previsiones; los primeros le importaban menos que las últimas. Oscuramente creyó intuir que el pasado es la sustancia de que el tiempo está hecho; por ello es que éste se vuelve pasado en seguida. Su fatiga, algún día, se pareció a la felicidad; en momentos así, no era mucho más complejo que el perro.
Una noche lo dejó asombrado y temblando una íntima descarga de dolor en el fondo de la boca. Ese horrible milagro recurrió a los pocos minutos y otra vez hacia el alba. Villari, al día siguiente, mandó buscar un coche que lo dejó en un consultorio dental del barrio del Once. Ahí le arrancaron la muela. En ese trance no estuvo más cobarde ni más tranquilo que otras personas. Otra noche, al volver del cinematógrafo, sintió que lo empujaban. Con ira, con indignación, con secreto alivio, se encaró con el insolente. Le escupió una injuria soez; el otro, atónito, balbuceó una disculpa. Era un hombre alto, joven, de pelo oscuro, y lo acompañaba una mujer de tipo alemán; Villari, esa noche, se repitió que no los conocía. Sin embargo, cuatro o cinco días pasaron antes que saliera a la calle.
Entre los libros del estante había una Divina Comedia, con el viejo comentario de Andreoli. Menos urgido por la curiosidad que por un sentimiento de deber, Villari acometió la lectura de esa obra capital; antes de comer, leía un canto, y luego, en orden riguroso, las notas. No juzgó inverosímiles o excesivas las penas infernales y no pensó que Dante lo hubiera condenado al último círculo donde los dientes de Ugolino roen sin fin la nuca de Ruggieri.
Los pavos reales del papel carmesí parecían destinados a alimentar pesadillas tenaces, pero el señor Villari no soñó nunca con una glorieta monstruosa hecha de inextricable: pájaros vivos. En los amaneceres soñaba un sueño de fondo igual y de circunstancias variables. Dos hombres y Villari entraban con revólveres en la pieza y lo agredían al salir del cinematógrafo o eran, los tres a un tiempo, el desconocido que lo había empujado, o lo esperaban tristemente en el patio y parecían no conocerlo. Al fin del sueño, él sacaba el revólver del cajón de la inmediata mesa de luz (y es verdad que en ese cajón guardaba un revólver) y lo descargaba contra los hombres. El estruendo del arma lo despertaba, pero siempre era un sueño y en otro sueño tenía que volver a matarlos.
Una turbia mañana del mes de julio, la presencia de gente desconocida (no el ruido de la puerta cuando la abrieron) lo despertó. Altos en la penumbra del cuarto, curiosamente simplificados por la penumbra (siempre en los sueños de temor habían sido más claros), vigilantes, inmóviles y pacientes, bajos los ojos como si el peso de las armas los encorvara Alejandro Villari y un desconocido lo habían alcanzado, por fin. Con una seña les pidió que esperaran y se dio vuelta contra la pared, como si retomara el sueño. ¿Lo hizo para despertar la misericordia de quienes lo mataron, o porque es menos duro sobrellevar un acontecimiento espantoso que imaginarlo aguardarlo sin fin, o -y esto es quizá lo más verosímil- para que los asesinos fueran un sueño, como ya lo habían sido tantas veces, en el mismo lugar, a la misma hora?
En esa magia estaba cuando lo borró la descarga.

sábado, 2 de octubre de 2010

Espiga de Ebano: Video de Frank Delgado

http://www.facebook.com/video/video.php?v=1150664085182&ref=mf

Espiga de Ebano: Canción Pequeña por Victor Manuel SJS

Cuando te pones a escarbar en la memoria
vas escogiendo del pasado aquellas cosas
que te apuntalan, que te afirman, que te enrocan
que te protegen de algunas sombras...
yo tan esclavo como el labio de la boca
yo tan atado como el niño a su pelota
tan desarmado como un Rey sin su corona
como una barca sobre las olas...

Sin ti me faltaría el alfabeto
sin ti consigo hacerme tan pequeño
que si alguien hace así desaparezco
como un globo de gas que se va al cielo.

No sé muy bien si soy el hilo o la cometa
no sé si soy el corazón o la cabeza
nunca sabré si soy el alma o la materia
Si soy el palo, si soy la vela...
entre los dos nos inventamos lo imperfecto
con la apariencia de hacer siempre lo correcto
que sabe nadie lo que nos pasa por dentro
a quién le importa si yo te quiero

Sin ti me faltaría el alfabeto...

viernes, 1 de octubre de 2010

Espiga de Ebano: reflexiones

Cuando entramos a la Universidad debemos de tener objetivo claro de las cosas que queremos, y estar acorde con la regla y el ritmo de la Universidad…/A cualquier Universidad que vayamos, debemos tener claro que debemos de fajarnos a estudiar, para lo cual debemos de buscar forma que al final nos den resultado, por cuando nos va mal en un trimestre debemos de sentarnos y hacernos las siguientes preguntas ¿en qué fallé?, ¿qué hice mal? Y empezar a tomar medidas, esto lo hacemos la primera vez que nos ocurre, para que no vuelva a suceder. Es lo que llamamos responsabilidad.

Si contrario a esto, nos decidimos por no meditar lo ocurrido, y a no darle mente, ni a tomar acciones que favorezcan nuestro nivel académico…crean me que estamos perdiendo nuestro tiempo, nuestro dinero y probablemente hasta nuestra dignidad, porque caemos en un circulo vicioso que no nos lleva a algo bueno…/todo es frustración y empezamos a buscar excusa, que mi padres no se sientan a hablar conmigo, que no me preguntan como me fue y buscar justificaciones que al final de cuenta no van hacer la diferencia.

Debemos de entender que buscar excusa en tercero no es ninguna solución, debemos de auto-criticarnos, de analizarnos nosotros mismo y ver definitivamente en que estamos fallando y sacar nuestras vida de esas zonas erróneas, dejemos de culpar a otro de nuestros errores, debemos de asumir con responsabilidad los retos que hemos asumidos, sin temor a todo.