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German Retana
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German Retana
¿Para qué complicar lo simple?
¿Ha estado usted a punto de perder la paciencia ante la actitud de otros de complicar innecesariamente algo que puede ser hecho en forma simple? Si la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, por qué hay individuos que se esmeran en obstruir y enmarañar ambientes de trabajo, procesos y relaciones interpersonales.
Si analizamos las razones de problemas serios e internos en una organización, constataremos que quienes los originan se comportan en un modo imprudente, haciendo complejo lo sencillo y desesperando a los demás con sus entorpecimientos. La incapacidad para observarse a sí mismos y medir las consecuencias de sus actos les induce a ser reiterativos en sus errores y malos hábitos. Suponen intenciones ajenas en lugar de verificarlas, emiten juicios de valor antes de preguntar y atrasan en vez de agilizar.
En igual modo, hay organizaciones que poco a poco se vuelven adictas a la complejidad. Se ahogan en la "tramitología" por su temor a cambiar lo que todos saben que no funciona. Sin embargo, sus miembros prefieren sobrevivir en ellas antes que morir políticamente proponiendo transformaciones de fondo. ¡Aquí se prohíbe pensar!, sentencian.
Todo lo anterior también se aplica a nivel individual. Pudiendo ser ordenados desordenamos, teniendo reglas de tránsito las violamos, existiendo normas como la cortesía, el respeto al cliente, al empleado y al jefe, tratamos de que el mundo se adapte a nosotros. Dejamos de lado la innovación y la crítica sana con tal de sostener posiciones erróneas. En lugar de aceptar hechos o datos que nos contradicen, la emprendemos contra quienes tienen la razón, pues no aceptamos estar equivocados.
Incluso, las relaciones personales pierden su fluidez cuando uno de sus participantes complica su mente con suposiciones, prejuicios, temores, falsas expectativas y exigencias que, simplemente, no corresponden.
En contraposición, en el mundo del deporte sobresalen atletas geniales como Lionel Messi, cuya elevada simplicidad y fluidez nos hace pensar que todo lo hacen "fácil."
Las empresas deberían tener un grupo de miembros dedicado exclusivamente a erradicar procedimientos y normas que afectan la productividad, la eficiencia y el alto desempeño. En igual modo, todos necesitamos un amigo sincero que nos haga notar conductas que obstruyen el flujo de ideas, la imaginación y nuestra calidad de vida integral.
Las transformaciones positivas de la humanidad se deben a líderes genuinos que vivieron sus ideas con simpleza, que pregonaron cambios con su ejemplo de sencillez, que sirvieron en lugar de servirse de los demás y que tuvieron un pensamiento nítido.
¿Qué situaciones bajo nuestra influencia podrían "fluir" mejor, si no complicáramos lo simple? Tomar conciencia: el primer paso.
German Retana
"¿Cómo es posible que yo no haya visto eso? ¡Lo tuve al frente todo el tiempo! ¿Qué me pasó?" Le ocurrió algo muy común: tuvo una visión parcial de las cosas. Simplemente vio lo que quiso ver y evadió lo que no le convenía; negó la presencia de datos, realidades, ideas o personas que su mente temió o no quería aceptar.
Desde la oftalmología, un escotoma es una pérdida parcial del campo visual, permanente o temporal, que impide captar áreas de la totalidad que se tiene al frente. Quien lo padece desarrolla zonas oscuras que le obstaculizan enfocar en forma completa sus objetivos. Los psicoanalistas, por su parte, se refieren con este término a la conducta de obviar realidades que ponen en conflicto a las personas con sus propios paradigmas o creencias. Esto conduce a negar hechos, distorsionar verdades y postergar la urgencia de cambiar.
Las personas y las organizaciones establecen paulatinamente un código de convicciones que rige sus comportamientos. Si la apertura a nuevas ideas y el cuestionamiento riguroso de las propias, forma parte de ese código, el crecimiento será ilimitado. Si, por el contrario, la pasión sobrepasa la razón y la emoción al análisis, se cae en el riesgo de encerrar el pensamiento en cuatro estrechas paredes. En política, por ejemplo, es común observar ciudadanos que perdonan errores garrafales a sus elegidos, con tal de no reconocer que votaron equivocadamente por ellos.
Jim Collins sugiere que hay organizaciones poderosas que caen estrepitosamente porque despiertan una gran arrogancia por sus éxitos. Ésta actitud les lleva a desordenarse en su desarrollo porque al creerse infalibles, incursionan en todo aquello que les proporciona satisfacciones a su ego, lo cual enreda su futuro. No obstante, son tan "escatómicas" que no se percatan del riesgo circundante y aniquilan la autocrítica, pese a los problemas que comienzan a surgir, pero que sus dirigentes niegan ser causados por sus propias decisiones.
En sentido inverso, una persona también podría no percatarse de su gran potencial para alcanzar éxitos superiores y quedarse anclada a la idea de que ya no puede surgir más, que ha llegado a su tope. La falta de una visión más completa de sí misma le limita tanto su ambición como la conciencia de sus talentos no desarrollados y, por lo tanto, se resigna a lo ya logrado.
En un verdadero equipo se estimula a todos sus miembros para que expresen cómo ven la realidad. En esa forma compararán criterios, complementarán visiones, y cuestionarán incluso el origen y las consecuencias de sus códigos mentales. Al erradicar los escotomas se rompen los límites, se derrumban las barreras y se cambia la expresión recriminatoria de no haber visto algo antes por la que dice ¡Esto no es todo lo que podemos lograr, vamos por más!