martes, 15 de marzo de 2011

Por encima del tsunami

En ocasiones las organizaciones y personas enfrentamos un embate de problemas simultáneos, desde diversos frentes. ¿Le ha ocurrido eso a usted?

Lo sucedido en Japón nos insta a revisar la perspectiva de la magnitud de nuestros problemas y a considerar lecciones que la cultura de ese país nos ofrece aun en medio de la adversidad.

Respetuosamente,

Por encima del tsunami.

Terremoto devastador, tsunami, incendios, riesgos en plantas nucleares y destrucción masiva de infraestructura; sin embargo, nada de eso es tan doloroso como la pérdida de miles de vidas y la desaparición de miles de personas. Japón, tercera economía mundial, ha sufrido un embate concatenado de desastres. Ni el ser una potencia tecnológica le eximió del impacto de una fuerza superior. Ahora le veremos recurrir a las bases de su identidad cultural para luchar y reconstruir lo perdido.

Esta crisis nos recuerda otras, en las que, como organizaciones y personas experimentamos, provocadas desde diversos frentes que se combinan entre sí desafiando nuestra ecuanimidad. Es como si todas las adversidades posibles hubiesen confabulado para desestabilizar y provocar un intenso caos. Nada sale bien y el efecto dominó de los problemas acrecienta el desconcierto, la amargura y la desesperación. El límite de la tolerancia hacia los demás, de la confianza en uno mismo y de la estabilidad emocional está cerca. ¿Alguna vez se ha sentido usted así?

En muchas casas de familias japonesas, se percibe un contraste entre la fragilidad de los materiales de construcción y la solidez integral de quienes la habitan. Las flexibles divisiones internas son hechas con los "fusumas," puertas deslizables y livianas de madera y papel de arroz. Los espacios interiores son pequeños, pero su uso versátil se adapta a las actividades de la familia. Por ello, cuando ocurrió el tsunami miles de viviendas flotaron y fueron fácilmente abatidas por las aguas.

No obstante, al interactuar con familias japonesas, dentro y fuera de su país, somos testigos de su aferramiento a la disciplina, la puntualidad y a la honestidad: "si no es tuyo es de alguien más." Esto se conoce como el "bien ser." En las empresas se enfatiza un segundo dogma: "bien hacer," o sea, todo lo que debe hacerse ha de realizarse con máxima calidad, tanto en el plano personal como organizacional. Un tercer principio es "bien estar" en lo moral, lo físico, lo intelectual y lo espiritual; el premio al hacer lo correcto es la felicidad y el bienestar en la conciencia. Finalmente, practican el "bien tener," y por ello desde jóvenes se preparan para la vejez, siendo el país con el ahorro per cápita más elevado del mundo.

A esos cuatro principios, según los resume Carlos Kayuga, empresario de origen japonés, se le suma la conocida cultura de trabajo en equipo, mejoramiento continuo, exigencia en el trabajo fuerte y respeto en las relaciones laborales.

Así, una vez más, veremos a los japoneses recurrir a su fortaleza mental, valores e idiosincrasia, para colocarse por encima de las vicisitudes, reiterándonos que lo frágil de nosotros puede ser arrasado por un "tsunami" de problemas, pero no la dignidad ni las raíces que conforman la esencia de una persona, empresa o país.

lunes, 7 de marzo de 2011

Espiga de Ebano: Mascaras: Ausencia de aceptacion

Espiga de Ebano: Mascaras: Ausencia de aceptacion: "Máscaras: Ausencia de aceptación. El temor al rechazo puede conducir a algunos miembros de un equipo a esconderse detrás de máscaras, a ..."

martes, 1 de marzo de 2011

Mascaras: Ausencia de aceptacion

Máscaras: Ausencia de aceptación.

El temor al rechazo puede conducir a algunos miembros de un equipo a esconderse detrás de máscaras, a disfrazar sus verdades y a anestesiar sus opiniones. Entre más diferencias posea uno de ellos respecto al resto, más difícil le será gozar la aceptación de los demás. El desafío es intensificar culturas organizacionales en las que el respeto mutuo estimule la autenticidad, es decir, la ausencia de maquillajes en la expresión del pensamiento.

En la antigüedad, se usaba el término personalidad para referirse a la máscara que se usaba en el teatro para representar papeles y ocultar la identidad de los actores. En el presente, hay personas que se sienten aprisionadas en una imagen que han debido crear para esconderse, a veces hasta de sí mismas. Por ejemplo, ¿qué sucede dentro de una persona que es sumamente agresiva, que aleja a los demás con cada palabra que pronuncia? ¿O en otra, que jamás expresa su opinión ni hace valer sus derechos con tal de ahorrarse conflictos?

Son prisioneros dentro de esas máscaras, lo cual es agobiante porque se debe fingir ser correctos, infalibles, a prueba de debilidades, carencias y contradicciones. De allí nacen la duda hacia los demás, la desconfianza, la protección excesiva y la vigilancia temerosa a ser descubiertos en un error. En una situación así, los roles son más importantes que las personas y la imagen o máscara se sobrepone a las verdades.

Curiosamente, quienes no se matriculan en esa obra de teatro basada en el fingir y logran aceptar a los demás tal como son, permiten a éstos expresarse con libertad, comodidad y realismo. Esta es una gran diferencia entre grupos o conglomerados y equipos de alto desempeño o familias. En los primeros hay juegos de imágenes o máscaras, en los segundos hay aceptación mutua y respeto absoluto por las diferencias.

En los equipos cuyos miembros se tratan como si fueran una familia, la aceptación desvanece la máscara y hace crecer la autoestima, la seguridad en sí mismos y el disfrute de la naturalidad en el trato. Cuanto menos se finja ante los otros, más se aumenta el conocimiento propio y la apreciación por el prójimo. Esto explica la solidaridad, la unión y la exigencia que caracteriza a los equipos deportivos de alto rendimiento; en ellos nadie tiene razón para esconder nada, lo que inspira conocimiento profundo y confianza en los compañeros.

Quienes se aceptan a sí mismos son más propensos a aceptar a los otros. Son más abiertos a solicitar ayuda y a recibir consejos; desarrollan la humildad necesaria para reconocer equivocaciones, abandonan los aires de superioridad, son más tolerantes y disfrutan el alivio de no tener que estar pendientes de la falsedad de su máscara.

German Retana