Lo que nos sucede es resultado de nuestras decisiones. Decidimos objetivos, rumbos, relaciones y más. Le va bien a quienes toman las decisiones correctas en el momento preciso. Cada conducta visible es el resultado de una decisión previa, pese a que a veces no somos conscientes de eso. Al iniciar un nuevo período, año o temporada en cualquier campo, conviene tomar conciencia del modo y de las consecuencias de este acto cotidiano de tomar decisiones.
No decidir es una decisión, pero en ocasiones esa renuncia conlleva a vivir conforme a las acciones de otras personas. Sin decisiones se puede caer en una parálisis emocional, en un estancamiento gobernado por las dudas.
Decidir sin reflexión, basados en el simple impulso, es renunciar a la posibilidad de agregar sensatez y discernimiento a una situación que lo amerita. Aunque curiosamente, como afirma Carl Jung: "Las grandes decisiones de la vida humana tienen que ver mucho más con los instintos y otros misteriosos factores inconscientes, que con la voluntad consciente y el sentido de razonabilidad." ¿Le ocurre eso a usted?
Las decisiones rápidas, inseguras y ambiguas pueden provocar sufrimientos o arrepentimientos prolongados. Los dilemas siempre van a estar presentes, pero hay dos factores que los apaciguan: los valores personales y los objetivos del equipo u organización. Mientras se decida según los principios individuales o corporativos, se podrá conciliar mejor el sueño con la conciencia en paz. Aun si luego se comprueba que fue una decisión equivocada o instintiva, el haberla tomado conforme a valores permitirá una mayor serenidad interior.
Tanto los grandes acontecimientos de la humanidad, como las sensaciones individuales más íntimas, tienen un mismo origen: decisiones. Nuestro presente se explica por las que tomamos en el pasado e igual el futuro se definirá por las que elijamos hoy. Consciente o inconscientemente, un equipo de trabajo fija un rumbo seguro si logra congeniar las decisiones de sus miembros. Uno solo de ellos que se desvíe o, más grave aún, que se oponga a la voluntad colectiva, se convertirá en un riesgoso freno a la visión de futuro que se ha elegido.
Gozamos el privilegio de poder elegir, aun ante las adversidades más difíciles o las intenciones negativas de algunas personas que aparecen en el camino, para poner a prueba nuestra inteligencia para reaccionar. Ejercer la soberanía de tomar decisiones es también un acto de valentía para dejar atrás lo que antes no funcionó.
¿Qué mejor propósito podemos hacer al iniciar un nuevo año que el otorgarle a nuestros principios y a la misión de la empresa o equipo de trabajo la autoridad para gobernar las decisiones que marcarán nuestro presente y futuro? |
lunes, 3 de enero de 2011
La Soberanía de decidir
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